En esta exposición mostramos la obra de nuestra compañera Carmen Ausina que se nos fue de forma inesperada y trágica. Quiero recordar a Carmen en la Escuela Luján Pérez, como ella misma me confesó en muchas ocasiones, que la misma había sido decisiva para desarrollar su creación artística, porque aquí encontró un espacio de libertad donde se le abrieron otras puertas. La recuerdo inquieta buscando la mancha sorpresiva, la composición ajustada, con ansia de conocer las obras de los otros, siempre con una mirada amplia y muy atenta a todo. Ella sabía que ese es el primer mandamiento para una artista. Por eso y por tantas cosas, el hueco que nos deja Carmen es de un gran vacío. Ese hueco que ella llenaba con su humanidad y vitalidad.
La Sala de exposiciones de la Escuela Luján Pérez acoge dieciséis piezas de lo último que estaba realizando, más dos cuadros de su primera época. En este último trabajo apreciamos “amplias perspectivas atmosféricas”: El misterio de la luz. Extiende el color empleando una base grisácea y aparecen trazos de líneas en color negro, aunque suavizadas en contraste. Explica la deshumanización del paisaje en construcción ejercido por la acción antrópica. Carmen Ausina crea atmósferas evanescentes, veladas y evocadoras. Breve temporalidad de su existencia. Solares vacíos y muros de edificios de una ciudad.
Hay un discurso ecológico, priorizando con sensibilidad la preservación y la recuperación del medioambiente, como una denuncia ante un clima que se rebela ante un progreso ilimitado con la destrucción del paisaje natural. En esta obra de Carmen Ausina se observan distintos lugares de un mismo lugar.
En los cuadros de Carmen Ausina, el cielo no se ve, es el cielo perdido. En realidad, no hay otros paraísos que los paraísos perdidos. Hay un desinhibido uso de pigmentos, sobre tabla y técnicas mixtas utilizando distintas superficies y texturas matéricas. Pinta el aire libre, el mar como un estanque azul y en el horizonte las construcciones de edificios, las grúas… En fin, una plasmación del paisaje urbano que grita ¡Vivir aquí!
Con su recuerdo, nos quedamos con fragmentos de su estancia en la Escuela y su propuesta como artista íntegra, sociable y a la vez informal, sutil y replegada en sí misma. Al contemplar su obra hace que Carmen reviva entre nosotros, como la obra de otros tantos artistas que ya no están físicamente, pero nos han dejando parte de ellos en sus trabajos. Recordarlos es un compromiso que dignifica a Nuestra Escuela.
Orlando Hernández Díaz
Director de la Escuela Luján Pérez
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